Enfermedades estacionales

“Tengo una vaca que orina sangre” o “Le han diagnosticado neumonía a una de mis vacas, pero no noto mejoría, a pesar de haber sido tratada con uno o varios antibióticos durante varios días” son preguntas frecuentes que nos hacen nuestros clientes en esta época del año, por ello, en este número de la revista Campoastur, vamos a hablar sobre la Piroplasmosis bovina, una enfermedad transmitida por garrapatas que tiene una elevada prevalencia en la Cornisa Cantábrica y que sólo tendemos a asociarla a ésta cuando nuestra vaca “orina muy oscuro, como si tuviese sangre o del color del coñac”, sin embargo, como veremos esto solo suele ocurrir en las formas agudas de la enfermedad, siendo más difícil y confuso su diagnóstico cuando se presenta de forma crónica pudiendo hacer que nos equivoquemos a la hora de determinar el origen de la patología.
Las piroplasmosis bovinas son enfermedades parasitarias producidas por protozoos de los géneros Babesia y Theileria que se transmiten a través de las garrapatas y se caracterizan por una destrucción masiva de células sanguíneas.
Se trata de una enfermedad especialmente importante en nuestra zona, ya que las características climatológicas de la Cornisa Cantábrica hacen que Asturias reúna unas condiciones idóneas para el desarrollo de las poblaciones de garrapatas.

Transmisión

Entre las enfermedades transmitidas por garrapatas, las piroplasmosis son las más frecuentes y perjudiciales para el sector ganadero, ya que provocan importantes pérdidas económicas por la muerte de los animales afectados o por el descenso de las producciones.
La transmisión se produce cuando las garrapatas infectadas, al alimentarse, introducen el parásito en el organismo del animal. Una vez allí, las Babesias o Theilerias pasan al torrente sanguíneo e invaden las células de la sangre donde se multiplican, provocando una extensa destrucción de glóbulos rojos. Otro modo de transmisión a tener en cuenta es el empleo entre animales de la misma aguja o jeringuilla cuando se realizan tratamientos intravenosos.
Signos clínicos
La enfermedad se puede presentar de forma aguda o crónica y en el caso de los terneros, que son más resistentes que los adultos, la sintomatología será de carácter leve:
La piroplasmosis aguda se presenta tras un periodo de incubación de unos 8-10 días y cursa con una sintomatología grave caracterizada por una elevación repentina de la temperatura 40-41ºC que permanece unos 3 días o más, acompañada de depresión, pérdida de apetito, cese de la rumia, constipación, aumento de la frecuencia cardiaca y respiratoria (llegando incluso a tener dificultades para respirar) y rápida disminución de la producción en las vacas lecheras. Las hembras preñadas pueden abortar y la destrucción de las células sanguíneas da lugar a anemia, ictericia (color amarillento de las mucosas) y hemoglobinuria (orina de color coñac debido a la presencia de hemoglobina). Este último síntoma es el más representativo de la enfermedad.
En ausencia de tratamiento, la enfermedad puede derivar en postración, temblores musculares, salivación, lagrimeo y finalmente la muerte.
La forma crónica puede seguir a la aguda o presentarse como una nueva afección poco clara, que se caracteriza por síntomas más leves que en el caso anterior, pero más prolongados e irregulares. La temperatura tiene periodos de elevación en torno a los 40ºC, disminuyen tanto el apetito como la rumia, y se produce una anemia gradual con pérdida progresiva de peso; sin embargo no hay presencia de hemoglobina en la orina, por ello su diagnóstico de campo es difícil al ser éstos síntomas comunes a muchas enfermedades. En estos casos la mortalidad es baja y la recuperación lenta e incompleta en ausencia de tratamiento, pudiendo durar semanas o incluso meses.
Los terneros hasta los 9 meses son bastante resistentes a la enfermedad, en ellos la fiebre es moderada, se produce una disminución del apetito y depresión que dura pocos días; también puede haber una ligera anemia sin llegar a aparecer restos de sangre en la orina. La recuperación es rápida una vez normalizada la temperatura.
Los bovinos que superan la enfermedad no suelen volver a padecerla, no obstante, en algunos casos, puede volver a repetirse con una sintomatología de carácter crónico.
La principal problemática, radica en que los animales recuperados suelen quedar como portadores crónicos asintomáticos siendo una fuente continua de infección para nuevas garrapatas.

Diagnóstico

En cuanto al diagnóstico de la piroplasmosis, es bastante característico la presencia de hemoglobina en la orina (orina de color similar al coñac o la coca-cola), sin embargo este hecho sólamente se produce en las formas agudas de la enfermedad, siendo mucho más difícil su diagnóstico en las formas crónicas e infantiles, donde la sintomatología fácilmente nos haga pensar en una neumonía u otras patologías. Por ello, en las épocas de mayor presencia de garrapatas nunca debemos descartar la posible presencia de esta enfermedad.
Para realizar un diagnóstico preciso podemos enviar una muestra de sangre al laboratorio o realizar una tinción de sangre periférica (de la oreja, por ejemplo) y observar la presencia del parásito en el interior de los glóbulos rojos con un microscopio.

Tratamiento

El tratamiento farmacológico de esta enfermedad suele ser muy efectivo, remitiendo los síntomas a los pocos días, sin embargo en los casos más graves, donde la anemia es severa, podría ser necesaria una transfusión de sangre de otro animal sano, como terapia de apoyo. El fármaco más efectivo contra esta enfermedad, una vez que se ha presentado, es el Imidocarb (Imizol®), que protege a los animales contra la enfermedad clínica y, a la vez permite la respuesta inmunológica. No obstante, los residuos en leche y carne deben de ser tenidos en cuenta ya que no está permitido su uso en animales en lactación y el periodo de espera en carne es de 90 días. Por ello la mejor medida contra la enfermedad es la prevención a través de antiparasitarios acaricidas externos cada 2-3 semanas en las épocas en las que haya mayor presencia de garrapatas (desde mayo a septiembre).
Actualmente disponemos de gran cantidad de antiparasitarios y repelentes externos de fácil aplicación que evitan las infestaciones por garrapatas, siendo recomendable emplear alternativamente dos o tres compuestos activos distintos para evitar la aparición de resistencias y disminución de la eficacia del producto.