Ante la nueva situación a la que se enfrenta el sector con la eliminación de la cuota láctea y la liberalización de los mercados, la viabilidad de las explotaciones de muchos productores pasa por realizar cambios que las hagan más competitivas.
Tradicionalmente se ha dedicado mucho trabajo y recursos a la mejora de áreas de la producción como la alimentación, reproducción, manejo o instalaciones de vacas en producción o más recientemente en período seco y transición. Mejorar los índices reproductivos en vacas en producción o aumentar la media de producción no siempre es sencillo y requiere de gastos añadidos y cambios de manejo que a veces son difíciles de realizar, además de que los resultados no son a corto plazo.
Otras veces lo que se busca es un redimensionamiento del tamaño de la explotación , aunque no es posible en todos los casos que todas las granjas aumenten el número de animales, y cuando hay uno o varios problemas, lo que se consigue es que sean mayores.
Área de rentabilidad
La cría de novillas es un campo tradicionalmente descuidado a pesar de representar entre el 12-20% del coste total de la producción de leche y el segundo o tercer componente en los costes de una granja tras la alimentación. A diferencia de las vacas en producción, en el sistema de cría de novillas apenas se han experimentado avances. En muchas ganaderías, el aumento de las producciones ha supuesto un retroceso para la recría, con mayores hacinamientos, falta de espacio y tiempo, considerando su mantenimiento por detrás de otras prioridades.
Un manejo adecuado de esta fase permitiría optimizar la rentabilidad de una granja, dado que la calidad y eficiencia de la producción lechera de las vacas de una explotación, depende en gran medida del manejo llevado a cabo previamente con la recría.
La reposición de terneras es necesaria para llevar a cabo la renovación del rebaño. La calidad y eficiencia de la producción lechera de las vacas de una explotación, y por tanto la rentabilidad de esta, depende en gran medida del manejo nutricional, sanitario y reproductivo llevado a cabo previamente con la recría.
Sin embargo, en muchas explotaciones sigue siendo una asignatura pendiente, ya que la edad al primer parto (EPP) de novillas frisonas es de 26,4 meses (según datos de CONAFE), bastante superior al objetivo de 22-24 meses, que son los datos que manejan los centros de recría especializados.
En líneas generales, reducir la edad al primer parto permite mejorar los índices globales de la granja (productivos y reproductivos), ya que se consigue:
– Retorno más rápido del capital invertido.
– Reducción en costos variables, y del número de novillas para mantener el rebaño (mantendremos el mismo % de reposición con menos recría)
– Incremento de la vida productiva.
– Ganancia genética más rápida en la explotación.
– Reducción en la cantidad total de alimento requerido.
Por otro lado, ofrece la posibilidad de aumentar de tamaño o la venta de animales para vida o desvieje de vacas poco productivas. Esto indica, que la recría es un área en el que todavía se puede mejorar para maximizar la rentabilidad de una explotación.
Control de calidad de la recría
No debemos perder de vista que el objetivo de edad al primer parto tiene que ir acompañado de un correcto desarrollo corporal, no sólo en el tamaño o el peso, si no en la calidad del mismo. Etapas clave del desarrollo de las terneras y novillas están condicionadas por su peso mucho más que por la edad que tienen. Así, durante todo el crecimiento hay un estándar óptimo de la evolución del peso y la altura que van a permitir a la novilla desarrollar su potencial genético y maximizar su productividad y longevidad.
Dado que no todas las granjas tienen el mismo tipo de animales, lo primero que debemos hacer para realizar un control del crecimiento de nuestra recría es determinar el peso de nuestras vacas adultas, que serían las de tercera lactación. Podemos hacer un cálculo anotando los pesos de animales de desecho, pero esto puede no resultar del todo fiable ya que en estos casos suelen estar por encima o por debajo del peso medio real. Podemos estimarlo de vacas de tercer parto con una condición corporal aproximada de 3.
Así pues, el peso vivo ideal para el inicio de la inseminación sería del 55% del peso vivo de un animal adulto, y de un 82-85% para llegar al primer parto.
En una ganadería normal, con vacas adultas de 730-760 kg., un manejo adecuado permitiría un crecimiento óptimo de las terneras de modo que alcancen la madurez sexual para ser cubiertas a partir de los 13 meses de edad (400 días), habiendo alcanzado el 55% de su peso vivo (PV) adulto (380-400kg). Así mismo, la mayoría de estos animales (más del 80%) llegarán al parto a la edad de 22-24 meses con un peso esperado entre 620-650, el 85% de su PV adulto y alcanzarán un PV posparto entre 545-590kg.
Se deben hacer controles periódicos de la evolución del desarrollo (peso y altura) de los animales en recría y compararlos con el objetivo, usando para eso curvas de crecimiento estándar, donde podamos ver, valorar y corregir desviaciones de peso o errores de manejo.
En función del tamaño de granja o de la disponibilidad se puede hacer un seguimiento de lotes de animales en función del peso al destete, inseminación o preparto o bien hacer una medición o pesaje de toda o un porcentaje (50%) de la recría de la granja de todas las diferentes edades y obtener así una curva de crecimiento.